Si existe un lugar común al cual combatir este Día de la Madre, es que madre no hay solo una. Ejemplos de sobra hay en el cine peruano, que en los últimos años viene ofreciente relatos de mamás muy diferentes entre sí. Desde la policía ludópata y alcohólica de «Rosa Chumbe» que se ve obligada a cuidar de su nieto hasta la mujer andina de «Wiñaypacha» que aguarda el retorno de su hijo para ser rescatada, junto a su esposo, de la miseria.
Sin embargo, también persisten los estereotipos. Según dijo a RPP Noticias la crítica Leny Fernández, en nuestro séptimo arte prevalece la imagen de la madre abnegada y sacrificada, sufriente por índoles diversas, «que deja de lado su individualidad para pensar más en el conjunto, en la familia». Y también, en el género de la comedia, se insiste en mostrar «madres histéricas», que «siempre tratan al grito a sus hijos» con un «supuesto amor ligado al trato duro».
Ahí está la Isabel de «Asu Mare», el taquillazo de Tondero que adapta un monólogo autobiográfico de Carlos Alcántara en el que la mamá no se guarda ajos ni cebollas cuando tiene que enderezar a su hijo díscolo. O la Tencha de «No me digas solterona», que le subraya a su hija los perjuicios de la soltería. «Se hacen caricaturas de la mujer», dijo Fernández, aunque de un tiempo a esta parte hayan aparecido títulos que tratan de subvertir estas miradas.
¿A qué puede deberse ese viraje? La especialista anotó que responde al hecho de que en la actualidad «hay más espacio para las mujeres al momento de dirigir películas». «Creo que las mujeres, al contar historias de maternidad, son las que ponen las cuotas de diferencia de lo que significa ser madre y ser mujer (…) Las mujeres, cuando están detrás de cámaras, son las que rompen con esos estereotipos que significa ser madre», ensayó.
Otras miradas
Por su parte, la crítica y directora Gisella Barthe ofreció otra categoría para dividir la forma en que las madres peruanas han sido representadas en el cine peruano a lo largo de los últimos 25 años. Están las que pertenecen a una «clase media alta» limeña, «blancas, heteronormativas»; y también las que forman parte de una «clase periférica y andina», «que llevan una vida marginal para bien o para mal».
Ejemplos de la primera división son la madre de «Casa adentro», película en la que la directora Joanna Lombardi «realizó un acercamiento al desgaste de la maternidad por los años de una forma minimalista»; o la de «Las buenas familias», del director Javier Fuentes-León, quien «intentó juntar con poca creatividad y una mirada clasista las madres ricas y las empleadas madres pobres».
En la segunda división, Barthe consignó a «Canción sin nombre», de Melina León, y «La teta asustada», de Claudia Llosa, por denotar en sus historias las consecuencias del conflicto armado interno en la maternidad: la primera «por tráfico de niños» (la protagonista es una madre que sufre el rapto de su hija recién nacida) y la segunda «por el trauma de la violencia sexual sufrida en la época del terrorismo».
(RPP)