Por Julio Alzola Castillo

En caminatas frecuentes por cumbres y quebradas de los cerros de la periferia limeña, se puede comprobar la validez de un antiguo reclamo que se resume en lo siguiente: EL DERECHO HUMANO A TENER AGUA POTABLE. Efectivamente. Es un derecho humano que todavía no se alcanza. Es un tema pendiente en la agenda social y forma parte del drama cotidiano que aflige a millones de limeños.

Llegar a la otra Lima que no se ve es realmente difícil. Sus vecinos tienen que ascender a la parte alta de los cerros por improvisados e inseguros caminos, llevando agua potable en baldes u otros recipientes hasta llenar los antiguos cilindros o los nuevos tanques de plástico colocados a un al lado de las puertas de las modestas viviendas.

En la década del 60 cuando me iniciaba como reportero del diario La Prensa, de Don Pedro Beltrán Espantoso, recorría los cerros de Independencia, Comas, Carabayllo, entre otros distritos. Un día me encontré con un singular monumento al cilindro. Una columna con mirada al cielo compuesta por cilindros. Era el homenaje de los pobladores a ese recipiente vital para guardar agua.

Con el paso de los años los cilindros han sido cambiados por tanques de plástico, pero el drama sigue siendo el mismo. La falta de agua potable se está subsanando a través de redes hasta los lugares más inaccesibles. Tal el caso de La Grama, asentamiento humano de Puente Piedra, donde recientemente Rafael López Aliaga puso la primera piedra del proyecto que bombeará agua de pozo que por tuberías llegará hasta pilones a instalarse en las cumbres para atender al vecindario. Desde esa elevada cumbre se distingue a la Panamericana Norte como si fuera una delgada serpentina.

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Ante esta adversidad irrumpe la Fundación Lima, encabezada por Javier Cipriani Thorne, una institución con espíritu social que ayuda al Programa Agua de Emergencia de López Aliaga, de la Municipalidad Metropolitana de Lima (MML), para sumar esfuerzos a favor de la dotación de agua potable. Con creatividad y decisión colabora en esa tarea aliviando la vida a la población.

Se trata de una verdadera cruzada por el agua. Este esfuerzo, más allá de cifras y kilómetros de tuberías, marca un cambio de fondo en el rostro de la capital. Con “Agua de Emergencia”, la administración municipal busca no solo enfrentar una crisis, sino establecer un modelo de cooperación y solidaridad que asegure un acceso equitativo a los servicios esenciales para todos los limeños.

La meta para el 2025 es llevar agua potable a más de un millón de personas que hasta el momento han vivido en la aridez, cargando sobre sus espaldas el peso de la desigualdad. Los proyectos iniciales puestos en práctica en San Juan de Lurigancho ya están transformando la vida en ese populoso distrito, encendiendo una chispa de esperanza en comunidades que ahora ven el acceso a agua potable como una realidad y no como un sueño. Se requiere que más empresarios se sumen a este esfuerzo de honda raigambre social. Tener agua potable es un derecho de la humanidad.