El emoliente, tradicional bebida peruana, no solo reconforta durante el invierno, sino que también representa un sustento económico clave para miles de hogares en el país. Así lo destacó Edgar Sáenz, presidente de la Federación de Emolienteros del Perú, quien reveló que más de 120,000 personas dependen directamente de esta actividad, en su mayoría mujeres y jefas de hogar.
La presencia femenina en el sector es notable: el 75 % de los emolienteros son mujeres, muchas de ellas madres solteras que encuentran en esta labor una fuente de ingresos y autonomía. Incluso, el 60 % de la directiva de la federación está compuesta por mujeres, lo que refleja un firme compromiso con el empoderamiento femenino. Sáenz subrayó que aún existe machismo en la sociedad, pero que esta industria es un ejemplo de cómo valorar y visibilizar el rol de la mujer.
Durante la temporada de invierno, las ventas de emoliente se incrementan significativamente, y con ello el ingreso de muchas familias. Un hito reciente fue la aprobación de una ley que permite vender sándwiches junto al emoliente, un reclamo largamente esperado por el gremio. Sáenz agradeció al Congreso de la República, especialmente a las congresistas Maslene Portero, Rosa Ángela Barbarán y al fallecido congresista Nano, por respaldar la iniciativa que fue aprobada por unanimidad con 89 votos a favor, un gesto que el dirigente calificó como «extraordinario».
La venta de emolientes no se limita al vaso caliente: mueve toda una cadena productiva que involucra proveedores de hierbas, frutas, panes y rellenos. No obstante, el sector enfrenta abusos por parte de intermediarios, como en el caso de la quinua, que se compra a S/ 5 el kilo a las comunidades y se revende a S/ 12. Sáenz propuso la creación de un local propio para compras corporativas, lo que permitiría pagar mejor a los campesinos y reducir costos, generando un círculo virtuoso entre productores y comerciantes.
El precio del emoliente sigue siendo accesible, con un promedio de S/ 2 para la versión tradicional (casi siempre con yapa), y entre S/ 3 a S/ 4 para los emolientes frutados, dependiendo del vaso y la ubicación. Además, Sáenz compartió una anécdota curiosa: hay quienes lo mezclan con pisco en casa, aunque esta práctica está prohibida en la vía pública por ordenanza municipal.
El emoliente no solo alivia el frío, sino que se ha convertido en un verdadero motor social, económico y cultural, especialmente para las mujeres del Perú. Su impulso como industria local merece mayor reconocimiento, apoyo e integración en políticas públicas que promuevan el comercio justo, la salud preventiva y el emprendimiento popular.