Durante las fuertes inundaciones en Paiporta, España, José Luis Atiénzar, junto a otras siete personas, vivió una situación crítica al verse obligado a subirse a un árbol para salvarse de las peligrosas corrientes de agua que arrasaban con vehículos y objetos en las calles.
José Luis Atiénzar, de 41 años, oriundo de Paterna, se encontraba en Paiporta para realizar un trabajo cuando la subida repentina del agua por la borrasca lo sorprendió. Tras intentar salir de la zona, el tráfico impedía cualquier movimiento, y al llegar a la calle donde está la Guardia Civil, vio cómo contenedores y autos eran arrastrados. “Metí marcha atrás como pude y llegué al parque Villa Amparo”, relató José, quien se unió a otras siete personas en busca de un lugar seguro.
Con la ayuda de una escalera de su vehículo, subieron primero las personas mayores y las chicas jóvenes, mientras José y el policía local Rafa se apoyaban mutuamente. “Desde arriba vimos cómo el agua arrancaba puertas de garajes y movía otras como si fueran sábanas tendidas; se oían gritos de socorro”, recordó José con emoción. La situación se prolongó por casi tres horas, hasta que el agua bajó de nivel, permitiéndoles descender.
Al bajar, uno de los hombres sufrió una caída, y el grupo se dirigió a un colegio donde recibieron alimento y agua. José encontró su coche funcionando, cargó su móvil y pudo avisar a su esposa que estaba bien. Tras un último acto de solidaridad, ayudó a un agente de la Guardia Civil a abrir su casa luego de que este olvidara las llaves. Como agradecimiento, el agente le facilitó el regreso a casa, donde su esposa Jessica y sus hijos lo esperaban con ansias.
La experiencia de José y los demás es un recordatorio de los riesgos que traen los desastres naturales y de la solidaridad que emerge en momentos difíciles. La Guardia Civil, los servicios de emergencia y la ayuda entre desconocidos fueron esenciales para un final seguro en medio del caos. (Con información de EFE)