Por Julio Alzola Castillo

En medio de una tormenta que envuelve al Perú, donde la moneda común y corriente, es la corrupción y la inseguridad, aparece un gesto de honestidad donde el protagonista es un taxista anónimo que en la ciudad de Lima devuelve el teléfono a la distinguida historiadora Carmen McEvoy.

Al margen de lo que significa la importancia de nuestra ilustre historiadora y del contenido de la información y gráficos acumulados en su teléfono celular, la actitud ejemplar del taxista pinta de cuerpo entero la honestidad y rectitud de una persona.
Esa honestidad y esos buenos modales que se han ido perdiendo en los diferentes planos de la vida y que es preciso recuperarlos para bien de la sociedad.

En su artículo dominical del diario El Comercio, titulado “Meditaciones sobre lo trascendente y lo cotidiano”, Carmen McEvoy narra el pasaje sobre el olvido de su celular en un taxi, tras participar en la inauguración del taller de Seguridad Ciudadana “Diálogos por el Perú”, promovido por National Endowment for Democracy.

Confesó que era la primera vez que le ocurría ello y se paralizó al descubrir cuánto de nuestra vida, incluidos miles de momentos felices acumulados en fotografías están expuestos a la contingencia. “En este caso el chofer del taxi reportó a su central que encontró el celular de una pasajera devolviéndome la fe en ese Perú honesto y hasta cierto punto estoico que siempre nos llega de energía y felicidad, incluso en medio de sus múltiples desdichas”, señala la historiadora autora de numerosas obras.

Buena señal de parte de un honesto peruano que vive estoicamente frente a la recesión económica, a la incertidumbre política y al robo cotidiano por calles y plazas.

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