En su primer acto litúrgico como sumo pontífice, el papa León XIV ofició una emotiva misa en la Capilla Sixtina junto a los 133 cardenales electores y otros miembros del clero. Durante su homilía, reafirmó que ha sido “bendecido con una misión”, instando a la Iglesia a caminar unida para llevar la fe y esperanza a los espacios donde hoy se considera absurda o innecesaria.
A las 11:09 a.m. hora local, el primer papa de origen estadounidense y peruano, Robert Francis Prevost, ingresó vestido con la tradicional mitra y báculo, marcando un nuevo capítulo en la historia del Vaticano. La misa inició con lecturas en inglés y español, reflejando el carácter multilingüe y global de su pontificado.
En su mensaje, León XIV evocó el pasaje en el que Jesucristo encomienda a Pedro el cuidado de sus ovejas, destacando que él mismo ha sido “llamado para llevar una cruz” y pidió a los cardenales que lo acompañen en esta tarea. Denunció la creciente indiferencia hacia la fe cristiana, señalando que en muchos lugares se prefiere confiar en la tecnología, el dinero, el poder o el placer, mientras la religión es vista como una creencia débil o anticuada.
El Papa subrayó la urgencia de llevar el Evangelio a los espacios más hostiles, donde la falta de fe deriva en problemas profundos como la pérdida del sentido de vida, la violación de la dignidad humana y la crisis familiar. Criticó además la tendencia a ver a Jesús como un simple «líder carismático», incluso entre fieles bautizados, lo que calificó como una forma de ateísmo práctico.
Retomando enseñanzas del papa Francisco, León XIV pidió dar un testimonio gozoso de la fe, basado en una relación personal con Cristo, un camino de conversión diaria y una vida eclesial comunitaria. En un cierre profundo, expresó su anhelo de “hacerse pequeño para que Cristo sea conocido y glorificado”, y pidió la intercesión de María, madre de la Iglesia, para cumplir con esa vocación.
Al final de la ceremonia, el papa ofreció la bendición final, incluyendo a los niños del coro, y se retiró entre aplausos y muestras de cariño, marcando un inicio esperanzador de su pontificado.