En los últimos dos años, la situación de inseguridad en Ecuador solo ha ido a peor. Masacres en las cárceles, asesinatos en las calles e incluso magnicidios han ocupado las portadas de los medios nacionales. Sucesos que han hecho que muchos se pregunten: ¿por qué Ecuador ha pasado de ser un país tranquilo y relativamente pacífico a ser la nueva cuna del narcotráfico en América del Sur?
Eran las 2:00 de la madrugada del 31 de octubre de 2022. Por eso, algunos de los testigos pensaron que se trataba de una broma de Halloween. En la localidad ecuatoriana de Esmeraldas —cerca de la frontera con Colombia—, los conductores tuvieron que esquivar dos cadáveres decapitados colgados de un puente.
Y no era una broma, era un mensaje que el narco dejó muy claro en la mente de los habitantes de la región: el destino de quienes no acataran sus normas sería el mismo de quienes colgaban de la vía. Una situación «impensable» en Ecuador hace apenas unos años, según los expertos.
Un día después, 13 atentados perpetrados por bandas de narcos se cobraron la vida de al menos cinco policías y dejaron dos heridos en las provincias de Guayas y Esmeraldas. Crímenes que obligaron a Lasso a salir a la palestra y anunciar medidas al respecto ese mismo 1 de noviembre.
«Estoy declarando el estado de excepción en las provincias de Guayas y Esmeraldas, y el toque de queda a partir de las 09:00 de la noche en ambas regiones hasta las 5:00 de la madrugada durante al menos 45 días”, dijo Lasso en una comparecencia a través de la radio y la televisión nacionales.
Los ataques con bombas contra los centros policiales y las balaceras habían sido una venganza. Una respuesta a los traslados de los miembros de las bandas de la cárcel de Guayaquil no.1 y, por tanto, a la pérdida de sus contactos y privilegios dentro de la prisión.
“Fue una demostración mayor del poder de estos grupos ilegales en Ecuador para orquestar ataques de este nivel. También fue el punto de inflexión en el que la violencia que se estaba viviendo en las cárceles saltó a las calles ecuatorianas”, cuenta Glaeldys González, investigadora del Programa para América Latina y el Caribe del International Crisis Group, a la cadena ‘BBC’.
Esta semana se registraron ataques con granadas y dos coches bomba explotaron en Quito, uno frente a la autoridad estatal a cargo de las prisiones y el otro frente a un edificio que antes había albergado una sede del organismo. Los ataques fueron interpretados como una respuesta de grupos armados al traslado de presos para evitar represalias entre grupos armados en las prisiones.
Y es que el país viene de una mala racha con la violencia. El 23 de febrero de 2021 un enfrentamiento entre bandas —para disputarse el vacío de poder tras el asesinato de Jorge Luis Zambrano, alias ‘Rasquiña’, líder de la banda Los Choneros— dentro de cuatro centros penitenciarios, se saldó con al menos 79 muertos. Desde ese año hasta el día de hoy, más de 460 presos han sido asesinados entre rejas.
«¡Me van a matar, sácame de aquí! Diles que me cambien de pabellón!», fue uno de los mensajes de un recluso a su pareja a las afueras de la penitenciaría de Guayaquil.
Llantos, gritos de desesperación, desmayos a causa del shock por ver a sus familiares muertos y amontonados en el suelo de la cárcel. Presos gritando desde la azotea de la Penitenciaría N. 1 de Guayaquil para que los sacaran de allá. Un suceso que evidenció dos cosas en Ecuador: que el Gobierno no tenía el control de las cárceles y que los niveles de violencia en el país estaban por encima de lo que muchos creían.
Para la mayoría de los ecuatorianos, acostumbrados a vivir en un país relativamente tranquilo y pacífico comparado con sus vecinos –Colombia y Perú–, el cambio fue impactante. Con una de las tasas de criminalidad más bajas de la región durante años, actualmente Ecuador tiene la cuarta tasa de homicidios más alta de Sudamérica –de 25,9 por cada 100.000 habitantes, según la organización Insight Crime–. El 2022 fue el año más violento de la historia de la nación andina.
Una realidad muy lejana a la estabilidad y la bonanza económica que vivieron los ecuatorianos entre 2005 y 2015 durante el mandato del expresidente Rafael Correa. Ahora, las encuestas muestran que la inseguridad es la principal preocupación de los ecuatorianos por delante de cualquier otra, incluso de la situación económica del país.
Pero el mayor punto de inflexión para Ecuador, según los politólogos, llegó el 9 de agosto con los 12 balazos que acabaron con la vida del candidato presidencial Fernando Villavicencio a la salida de un mitin en Quito.
El candidato liberal y afín al Gobierno había denunciado públicamente amenazas de muerte provenientes de alias ‘Fito’, líder de Los Choneros. El homicidio consternó al país, redibujó la recta final de la campaña para la primera vuelta presidencial e hizo que el mundo dirigiera su atención a los nuevos dolores de Ecuador, unos que se han ido gestando en los últimos años no tan silenciosamente.
Este hecho representó «una pérdida total de control para el Gobierno y para los ciudadanos también», sostiene Ingrid Ríos, politóloga de la ciudad de Guayaquil, ante el periódico ‘The New York Times’.
El asesinato de Villavicencio demostró que el crimen organizado había salido de las cárceles y llegado hasta los civiles, pero también hasta la cúpula política del país. El homicidio del candidato demostró que la violencia puede amenazar a cualquiera dentro del país.
“Ecuador se pregunta lo que otros, como Colombia, nos hemos preguntado antes: ¿en qué momento se jodió nuestro país?”, apunta el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez en una columna de opinión en periódico ‘El País’, en la que compara el asesinato de Villavicencio con el de Luis Carlos Galán, candidato presidencial baleado en público el 18 de agosto de 1989.
Ahora, son muchos los que se hacen la misma pregunta: “¿Qué está pasando en Ecuador?”. Desde fuera —en la comunidad internacional—, nadie parece entender lo que le pasa a este país que en el pasado no encabezaba titulares debido a la violencia. Desde dentro, todos los indicios conducen hacia la misma respuesta: el narcotráfico.
¿Por qué Ecuador?
Ecuador está ubicado entre los mayores productores de cocaína del mundo: Colombia y Perú. Por eso, la nación sudamericana siempre ha sido un país de paso o puerto de salida de la droga. Pero nunca había estado involucrado en el proceso de producción, refinamiento, almacenamiento y distribución. Hasta hace una década.
Los acontecimientos relacionados con los motines fueron síntoma y no la causa de la inseguridad en el país. Antes de que la situación en las prisiones se deteriorara, el narcotráfico ya tenía un largo recorrido en Ecuador.
Para Will Freeman, investigador del centro de pensamiento Consejo de Relaciones Exteriores, la situación de Ecuador está estrechamente relacionada con la firma del Acuerdo de Paz de 2016 en Colombia. El motivo: las FARC controlaban muchos puertos de salida de droga en el Pacífico ecuatoriano. Y cuando desaparecieron de la escena, muchos se interesaron por ocupar su lugar.
(FRANCE24)