Marta Vega tenía 18 años cuando el 16 de agosto de 1976, su padre, Julio Vega Vega, fue detenido y subido a un vehículo por militares, a pocos pasos de su casa. “Ahí empezó el karma de buscar”, afirma su hija con tristeza.

El hombre de 61 años, que era miembro del Partido Comunista, fue torturado, según testimonios posteriores de personas que estuvieron detenidas junto a él. Primero en el centro de detención Villa Grimaldi y luego en Simón Bolívar, en Santiago de Chile, “una casa de exterminio, porque de ahí nadie salió vivo”.

Pero la tortura también fue para su esposa e hijos, que lo buscaban intensamente. “Llegaban hombres a la casa en auto, entraban, se quedaban en la puerta, se ponían a fumar, se reían, a nosotros realmente nos molestaba mucho, éramos muy lolitos con mis hermanos, sentíamos mucho miedo”, recuerda Vega en conversación con France 24.

Su esposa no aguantó tanto dolor. “A los cinco años de no aparecer mi papá, mi mamá decía ‘yo me voy a morir porque ya no lo encuentro’, porque habían cerrado el caso de mi padre, y así fue, se murió de un día para otro”, lamenta Marta Vega, que tomó las riendas de la búsqueda de su padre, actualmente como secretaria general de la Agrupación Familiares de Detenidos Desaparecidos.

Fue una ola de terror. «¡No se la lleven!», gritaba la hija de ocho años de Gloria Esther Lagos, una joven madre de 28 años, con tres hijos y embarazada, cuando fue arrestada en su casa por agentes al servicio de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), el 26 de agosto de 1974, según el testimonio de su hija en el archivo digital de Memoria Viva. Tanto ella como el bebé que llevaba en su vientre siguen desaparecidos. Gloria, que se desempeñaba como secretaria del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), es una de las nueve mujeres embarazadas detenidas y desaparecidas por militares al servicio de Pinochet.

Mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón

Solo habían pasado tres días del golpe de Estado cuando Víctor Jara, el cantautor y poeta que dio vida a canciones que son un poema al amor, la paz y la resistencia del pueblo obrero, se convirtió en uno de los miles de detenidos en el Estadio Chile. Los uniformados se ensañaron con él. Fue vilmente torturado y su cuerpo fue hallado en una vía de tren con 44 disparos.

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El sacerdote Joan Alsina pidió a su agresor no vendarle los ojos antes de fusilarlo. “Mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón», dijo al soldado el religioso español que llegó a Chile con el deseo de trabajar en los sectores pobres del país. Cayó al río Mapocho con varias heridas de bala. Sus últimas palabras carcomieron la mente de su asesino, que años más tarde confesó el crimen.

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(FRANCE24)